miércoles, 28 de abril de 2010

Ewald Meyer Obtuvo Mención Honrosa en Concurso Nacional de Literatura Premio Stella Corvalán.

En la ocasión, también se dio a conocer las ocho menciones honrosas, resultando elegidos Carolina Pavéz Vldivieso con el cuento “Siete Platos Sobre la Mesa”, Nicolás Sepúlveda Guzmán y su obra “Nada Personal”, Jaime Caucao Gualamán y el cuento “Carretera”, Javier Milanca Olivares y su obra “Danke Shen Her Lucho”, Fernando Miranda Beltrán y su cuento “La Casa No Existe”, Ewald Meyer Monsalve con la obra “Piso Trece”, Francisco Gallegos Celis y su cuento “El Albino”, y Silvio Arriagada Fuentes y su obra “El Dominguero”. El edil talquino y el coordinador del certamen, Adriano Améstica, agradecieron la participación de los artistas y el apoyo entregado por la Academia Chilena de la Lengua y los medios de comunicación por difundir esta iniciativa. El alcalde dijo que es un orgullo para el Municipio continuar con un concurso de prestigio nacional, en el cual han participado destacados escritores de todo el país, y agregó que “este premio es reconocido en todo Chile, por lo tanto debemos seguir potenciándolo y trabajando para tener más iniciativas que insten a nuestros artistas a seguir creando”. El escritor Óscar Bustamante, jurado del Certamen en su sexta versión, dijo que “encuentro magnífico que el Municipio continué con esta iniciativa. Es la única forma de que el concurso tenga más prestigio, que siga, se mantenga, se refuerce”. En esta sexta versión del certamen, cuya convocatoria fue lanzada en octubre de 2009 y cuya ceremonia de premiación se llevará cabo durante la semana en que se celebra el aniversario de Talca, participaron 178 autores de todo el país.

miércoles, 18 de marzo de 2009

"LOS CUENTOS BAJO CERO". EWALD MEYER. EDITORIAL LA CÁFILA.VALPARAÍSO 2006.

EL MINISTERIO





El día que los tanques aplastaron el puñado de socialistas atrincherados en la Moneda, nuestro Ministerio fue acribillado. Intente llegar al centro, pero lo caótico y sepulcral del ambiente me obligó a guardar reclusión en el departamento. Pensé en la oficina desordenada por guantes militares, pensé en el fuego envolviendo dependencias, decretos volando por los aires y las puertas de madera noble del Ministerio bajo las orugas de un carro militar.

Timbré papeles en tiempos en agitados. Me apodaron el compañero amable, por la buena disposición a tramitar decretos de nombramientos que a la postre constituían reajustes en la escala única de sueldos. En poco tiempo sagazmente deslice mis habilidades por los vericuetos y atajos de la burocracia estatal. El trabajo prolijo y discreto facilitó mi prestigio en asuntos de gaveta. Nunca asistí a las concentraciones con banderas rojas y hoy puedo decir que tuve en mi escritorio durante semanas la ficha para entrar al partido, pero a última hora siempre dilataba estampar la firma. Recibí invitaciones informales para discutir un ascenso en el escalafón. En reiteradas ocasiones me ausentaba del ministerio con permiso administrativo a fin de enfriar halagos y regalías de la nueva administración popular. La discreción del que no tiene ambiciones, es apreciada en círculos de poder.

Pase de decretos revolucionarios a decretos supremos con entonación marcial. La bandera chilena se veía por todas partes, y el cuadro gris del nuevo presidente presagiaba los acontecimientos futuros. Las discusiones cesaron, de la noche a la mañana nuevos rostros de pelo corto ingresaron al ministerio. El temor inicial dio paso a la tranquilidad. Las nuevas autoridades se mostraron respetuosas conmigo. Regularmente concurría a la oficina del nuevo Subsecretario para beber café negro e informar del estado administrativo de la sección. Comencé a ganar la confianza de la autoridad. La singularidad de un servidor público vestido de uniforme no dejó de causarme estupor. Desde que había entrado al ministerio los uniformes se veían en rara ocasiones y la discreción grisácea del militar chileno se agradecía. El subsecretario, estatura mediana, cabellos blancos y mirada penetrante, capitán de fragata era un hombre acostumbrado a la libertad del mar. Por razones de Estado (según confesó) había aceptado el cargo, pero siempre añoraba el ajetreo marinero de barcos, palos de mesana y ordenes a la carrera. Al final un hombre de mar como gustaba definirse.

La mente de un marino es simple; la lógica causal no admite dudas: positivo, negativo se ordena y se acata. Al principio fue un ejercicio simple, pero las posibles observaciones carecían de espacio, no tenía margen de movimiento y los decretos pasaban sin corrección, empero, sin claudicar y aprendiendo del silencio prolongado esbocé una solución: Tres palabras con la formula “esto podría“, simple y concisa. La primera vez que intenté fue de sopetón, contrariado por mi interrupción el marino se contuvo en silencio, pero su reacción fue de aprobación, debió sentir que un civil le había asestado un golpe (impensado en el estado de la situación), pero mis observaciones solo se remitían al trabajo y el capitán al final de su gestión descansaba en el trabajo prolijo que realice por ese entonces. Fueron años dedicados a sacar leyes y mi oficina se transformó en un laberinto de papales, la secuencia de decretos, la profusión de los mismos y lo diarreico de los ministros militares para redactar documentos resultó asombro. Acumulando pequeñas victorias en la maraña de papeles inicié un juego peligroso, pero justo. La salvación administrativa de colegas caídos en desgracia otrora funcionarios honorables perseguidos ahora por el régimen y que carecían de existencia física. La ayuda a los caídos en desgracia no era por mi simpatía con el comunismo o el clásico afán nacional de ayuda al débil, no, no, nacía de algo oculto para la mayoría; la solidaridad de todos aquellos que han servido al Estado en un cargo de planta, gobierno tras gobierno, ministro tras ministro, subsecretario tras subsecretario sin importar el pelaje político. Eran finalmente mis colegas de trabajo y aquí subrayo el mis.

En medio de la brumosa realidad del ministerio, escale en la sensibilidad (si es que la hubo alguna vez) de las nuevas autoridades. El sueldo mejoró, recibí regalos imposibles de encontrar en el mercado nacional. Rubias curvilíneas, secretarias dedicadas se ruborizaban con galantes invitaciones. Compré un auto y todo pareció marchar mejor. Al capitán no le reprocho nada; la corrección inglesa entremezclada con lo grisáceo de nuestro carácter nacional no alteraron mi acucioso trabajo.

El recuerdo del pasado paradójicamente nos traiciona bajo el manto de la mirada optimista y voluntariosa olvidando multitud de hechos ínfimos deleznables y de apariencia irrelevante, pero brutalmente reales. Algo de esto imperceptible sucedió con la llegada de los Chicago Boys al ministerio. Cada repartición estatal de relevancia nacional tenía tres funcionarios impecablemente vestidos, peinados con gomina y zapatos negros brillantes que llegaban cada mañana a instalarse con el Subsecretario. Algunos de la secta, porque lo eran, aficionados a leer los matutinos americanos e ingleses y multiplicar el café negro en agotadoras reuniones. A la hora el marino me tenía recitando instrucciones apresuradas que esos tipos le habían dejado en la minuta del día.

El mas joven en poco tiempo se aficionó a comentar sin tapujos las medidas que se adoptaban desde el Ministerio. De estatura mediana los ojos de este ingeniero se encendían bajo arduas discusiones que llegamos a sostener en mi oficina. El léxico rebuscado y desarrollista con que exponía las ideas casi a nivel de creencia, contrastaba con una homosexualidad perfectamente disimulada. Entre la idolatría a Adams Smith, la apologética a modelos económicos que todo lo solucionan, poco a poco fui acercándome a ese secreto. Ademanes y miradas para un hombre son cruciales y traidores. En cierta ocasión bebiendo unas copas confesó su secreto y me imploró reserva. Su “desviación“, era imperdonable en esas circunstancias. Nuestra realidad constreñida por marchas militares en la radio, la lucha contra la subversión y el comunismo internacional no dejaban dudas. En este Gobierno hombres y mujeres nada más. Para el era difícil disimular su atracción ya que siempre elogiaba mis análisis realistas frente a tanto plan de teoría económica y a pesar de eso siempre logré un equilibrio precario respecto a este tema en la subsecretaria. Trabajo es trabajo me repetí por aquellos días.

Los episodios negros de una vida eclipsada por la conspiración se tejen fuera de ella, entre copas o sonrisas, reuniones silenciosas, humo y café. A la sombra de la ignorancia del sentenciado. Una oscura tarde de invierno, salí del ministerio y enfile como era habitual al estacionamiento. Me percaté que un hombre seguía discretamente mis movimientos. Aceleré el paso pero resulto inútil, presentí súbitamente mi posición. Entre las sombras cuatro individuos me fletaron en una camioneta, envuelto en una frazada percibí ese olor irresistible a la conspiración. Los golpes sucesivos agudizaron la precariedad de la situación y solo atiné a callarme. Lo indescriptible del régimen apareció con crudeza y perpleja realidad. Aquello de lo que no se hablaba, aquello que siempre se mantenía en silencio por temor u olvido, superó la leyenda. En medio de gritos, silencios prolongados, dolor físico y tormentos mentales me extravié en el infierno. El frío del cemento húmedo de los sótanos de la policía secreta, las mordazas que ahogaban mis gritos y el aroma horrible de carne chamuscada por la electricidad hicieron trizas los recuerdos más preciados de mi existencia. Las horas de interrogatorio socavaron todo intento de resistir; carcajadas de los verdugos y burlas que simulaban el fin simplemente doblegaron la poca vergüenza que aún guardaba. Repetí a los sin rostro que el trabajo en el Ministerio era todo lo que tenía, invoqué al capitán de fragata y termine con el rostro hundido en agua pestilente. La confesión firmada y borrosa por el aturdimiento fue un acto reflejo de quién esta despojado. El abismo del tormento provocó la sensación de que la vida no tenia sentido y que el daño irreparable instintivamente me arrojaba a la muerte. La vida se escapaba a pedazos.

La mañana que desperté en la plazoleta, la llovizna había humedecido la ropa y un pájaro observaba intrigado mi postura poco decorosa en la banca. Caminé toda la mañana, no tengo idea cuantos kilómetros, pero deambule por las calles porque quería pasar a solas la degradación que sufrí. Sentí en lo odiosa que resultaba la vida este país, pensé lo inútil del Ministerio, los papeles, los trámites interminables y las reuniones que destruyeron mi vida. Fui lentamente aceptando toda esta charada sin más explicaciones. En el Ministerio nadie sospechó de la macabra aventura, solo cinco minutos de un café humeante sin azúcar junto al jefe casi al pasar el capitán me recomendó no transitar por lugares solitarios y menos sin compañía. Un dato me inquietó; El ingeniero joven desapareció.

Ese día comencé a esbozar planes de escape. El futuro me aterraba y no volvería a repetir esos días macabros. El plan consistía en que el primo Arturo que vivía en Madrid enviaría una invitación a pasar unas vacaciones y ese inocente viaje significaba que no retornaría a Chile. Con la venta de la casa en la playa cubriría los gastos al menos por un tiempo. En ese delirio acaricie la idea de cruzar la frontera Francesa y pedir asilo, contar mi historia. Victimizarme, esperando la solidaridad gala. Planes que solo existieron en mi afiebrada cabeza. El capitán de fragata dio paso un ministro civil, la policía secreta sufrió una mutación civilizada, comenzaron las presiones por los derechos humanos y la oposición política emergió de los subterráneos para buscar el poder. Deje correr el tiempo, ya no intente colaborar, aborté mis pretensiones si es que las tuve alguna vez, y comencé lentamente a pasar como un fantasma por el ministerio. Solicite el traslado a otra sección: El archivo. En el subterráneo con tubos fluorescentes día y noche, repleto de estantes metálicos atiborrados de carpetas y papeles en pasillos interminables que a veces pensé llegaban hasta el Mapocho, pasé los años restantes y fue un refugio seguro. Pasaba los días sin prestar atención a la hora y el calendario rodeado de tazones de cafés. El hombre del aseo con un tímido saludo me recordaba que había vida en la superficie. Domine todas las siglas burocráticas impronta de todo documento estatal. Encontré decretos, leyes de la República gangrenados por musgo floreciente. Descubrí un cuartito que albergaba documentos del siglo XIX, papeles ilegibles firmados por ministros inexistentes en los libros de historia. Una declaración de Independencia que no tengo la certeza si es original y que tengo en mi poder. Membretes extranjeros y una medalla militar de la guerra del salitre. Pensé que en esa sección alguien quería recordar más de la cuenta. En ese profundo subterráneo trabaje en secuenciar las reformas a la ley de rentas desde el gobierno democristiano, todas sus modificaciones, arreglos y observaciones. Sumergido en papeles y más papeles, trabajé noches completas; A mi jefe un ex - aviador preocupado por encerrarse con la secretaria en su despacho siempre lo urgía con la reducción de documentos, y el siempre con mucha marcialidad recomendaba no quemar los decretos supremos del general.

Distraídamente llegó la democracia. Las agitaciones y concentraciones volvieron a la calle. Desde mi despacho una pequeña ventana a ras de suelo con una rejilla y vidrio empavonado, casi imperceptible al transeúnte común, se colaban las proclamas de los nuevos tiempos.

A los pocos meses el Ministro en persona me entregó el decreto de jubilación. La gran puerta verde con bordes de bronce se cerró a mis espaldas y el Ministerio flanqueado por las luces de la calle me pareció imponente. En la esquina las balas incrustadas aún no habían sido borradas por la naciente democracia.

domingo, 8 de marzo de 2009

" CUENTOS BAJO CERO ". EWALD MEYER. EDITORIAL LA CÁFILA. VALPARAÍSO 2006.

EL VISITANTE





“Estoy viejo. Aquí estoy,
aplastado sobre una silla,
hundido hasta el
cuello en mi propia vida
y sin creer en nada.”

“La edad de la razón”
Jean - Paul Sartre.









El primer viernes de enero algo sucedió de regreso al viejo edificio. La puerta del departamento de Petra estaba cerrada a dos llaves. En el diván había algunos objetos en el suelo y el aire enrarecido sofocaba. Una nota garabateada en checo manuscrito, casi imposible de traducir, sugirió a Carlos la evidencia de una discusión. La joven se había refugiado en la pequeña pieza de la casa y el visitante se sentó pensativo en el sillón cama verde.

El viaje lo había decidido mucho antes de las continuas discusiones en las que se enfrascó en el último tiempo con su esposa. El recuerdo atormentaba sus sentimientos de los años épicos del comunismo checoslovaco y la salida abrupta de Praga. En Viena había encontrado el amor y la estabilidad, pero esos años en el Este de difícil olvido, tenía más interrogantes que claridad en su vida.

En los días que él había permanecido en el viejo departamento, la complicidad con Petra fue un rasgo peculiar que no pasó desapercibido para su novio que en muchas ocasiones, pero reservadamente, le hizo ver cierta molestia de que el extranjero permaneciera en el diván. El novio, un grandulón de Moravia, estudiaba ingeniería en la CVUT y la mirada torva inquietó a Carlos en las fugaces visitas del joven al viejo edificio. La naturalidad de Petra y los paseos desnuda por el apartamento sorprendieron, en más de una ocasión, al extranjero que recordó sus años en la residencia universitaria. Esto acentuó la sensación de que la relación entre ella y su novio no marchaba bien.

Recordó que el día que arribó a Praga estaba tan contento que se fue caminando de la estación central a la Ciudad vieja. La visión colorida de la ciudad contrastaba con el gris recuerdo de la Torre de la pólvora que hoy lucia radiante gracias a un tratamiento de restauración iniciado por las nuevas autoridades. La callejuela que llega al teatro de Mozart hervía en un mar de turistas haciendo extenuantes colas para conseguir un billete de la opera Don Giovanni. En la calle Kaprova 2350 la portera no tuvo problemas en dejarlo entrar. El acento inconfundible de un Pražak, rompió la dureza de la mujer, sorprendida ante los modismos adquiridos por el extranjero que se presentaba en la portería. Las escaleras de mármol del viejo edificio relucían esa mañana, a pesar de la penumbra. La placa de bronce que indicaba el apellido de la familia Novak bajo la mirilla de la puerta no reflejaba el paso del tiempo. Cuando el silencio comenzaba a mezclarse con el frío del vetusto pasillo, la puerta del departamento se abrió lentamente. Bajo el dintel se asomó una mujer joven de mediana estatura, rubia y de cabellos desaliñados. El hombre preguntó por Ivetta y la joven se detuvo buscado en su mente la imagen de los amigos de su madre y especialmente de Carlos. Pero estos recuerdos se extraviaron con los años amnésicos de su tierna infancia. La sorpresa de la visita no la inquietó y amablemente lo invitó a pasar al diván. El café turco que los checos beben habitualmente es amargo, pero a él le pareció delicioso. Ese aroma mañanero en la residencia de estudiantes evocó los años de estudio en torno a los manuales para entender el marxismo.

Petra le explicó que estudiaba un doctorado en la FAMU dedicado a la escenografía de marionetas y que su anhelo era algún día crear su propia compañía para recorrer el mundo difundiendo este complejo arte. La muchacha adquirió un rictus de melancolía para referirse a la historia de su madre. Contó que después de la salida de Carlos de la antigua Checoslovaquia, Ivetta viajó a Alemania con una visa emitida en los últimos meses antes de la caída del régimen. Un avión la fletó como asilada con destino a Londres. El triste récord de convertirse en la última petición de asilo en el Reino Unido tuvo un sabor entre nostálgico y paradójico. Aquel noviembre de 1989 los checos reunidos en la plaza de Wenceslao simbólicamente levantaban sus llaves en señal dimisión del gobierno.

A Petra la crió su abuela en Moravia y de su madre sólo recibía postales esporádicas de los destinos a la que la empresa de cosméticos internacionales la destinaba periódicamente. Carlos observó las delicadas manos de la joven, que se mantenían aferradas al tazón de café, mientras recitaba casi como un monólogo aprendido la historia de su madre. El comunismo para ella no pasaba de un recuerdo lejano y banderas rojas que adornaban de tanto en tanto los edificios de la Plaza Vieja. El final de la historia que Petra relataba coincidía con los intentos frustrados de él por comunicarse con Ivetta. Carlos pensó que había sufrido algún castigo por parte del gobierno ante sus abiertas actividades anticomunistas en los días de la facultad. El relato de la joven, y el orden de los acontecimientos, trajo una pausa tranquilizadora. A modo de epílogo ella le explicó que su novio venía a visitarla habitualmente pero que no había inconveniente en que durmiera unos días en el diván, mencionando que a su madre le hubiese gustado que un viejo amigo latinoamericano se sintiera como en casa y pudiese recorrer las calles de la Praga libre.

Al tercer día el novio no regresó. No llegaría más y sólo por los telefonemas interpelados en un checo áspero se enteró de lo que parecían discusiones amorosas. A partir de esa noche la muchacha casi no salió de su cuarto. Al regresar de los extenuantes recorridos por Praga, la penumbra del diván contrastaba con el reflejo azulado de la televisión y la desnudez de Petra acostada en la cama. En la noche de San Karolo Honfi, patrono de los pobres, la nieve cubría Praga y en el Karluv Most resaltaban sus bloques grises en medio de un manto invernal.

La oscuridad del diván lo sorprendió y el tropiezo con la mesita del teléfono, evidenció que las cervezas le causaban un efecto mayor de embriaguez que en su juventud. La potente luz proveniente del cuarto de la joven hacia imposible que el hombre pudiese desviar la mirada hacia el interior. Desde la puerta, pero en silencio, observó la desnudez que se veía como un retrato intimista asumiendo impecablemente los detalles del autor por la musa inspiradora. Los pezones de Petra apenas rozaban el cubrecama y la diminuta braga contorneaban sus carnes haciendo crecer el deseo de Carlos aturdido por la ebriedad de los Fernet, brindados por los viejos amigos de la facultad. Pesadamente el hombre se sentó junto a la joven, las ansias de acariciarla y la furia del deseo contenido impidieron el decoro del visitante. Intuyendo la escena bajo un manto de indiferencia la muchacha comenzó a desabrochar las ropas frías del extranjero, al tiempo que sus muslos se abrían en señal de entrega. El calzón cayó entre las piernas de la muchacha y con el torso descubierto comenzó el juego erótico secamente. La lámpara de velador cayó apagándose en un relampagueo y las luces de la calle se colaron por los ventanales del cuarto. La búsqueda del placer final aceleró la carrera amatoria. Petra volteó su cara y su voz se quebró en el espasmo final con un grito jadeante y agudo. Él continuaba entre las piernas de la joven, ahora con más bríos y el rostro de ella se aferraba a su torso como un náufrago a una tabla en medio de la tormenta. Las caderas de la muchacha actuaban descontroladamente ante las contorciones del empecinado amante. El deseo inicial se transformó en furia contenida. Aplastó la rubia cabellera de la joven, tironeando con el forcejeo amoroso de la subyugación y la mujer se desfiguró en medio de gemidos de placer y sus pechos, empinados de súbito, recibieron golpes que la llevaron al éxtasis. Exhaustos ambos se quedaron en silencio. La nieve cubría la Ciudad vieja y las luces tenues que iluminan la calle Kaprova ayudaban a los escasos transeúntes a capear los suaves copos de nieve.

La claridad blanquecina despertó a Carlos aturdido por el cansancio y la borrachera. Pensó que todo había sido un error y que la culpa era suya, que su esposa lo esperaba en Viena desde hace dos días y que no había justificación en lo ocurrido. Observó el cuerpo de la muchacha sereno y juvenil rendido a su lado. Belleza que quema, pensó el hombre, belleza que quema, volvió a repetirse. Ese fue el último día que la vio.

Sentado en un banco junto a la casa de Ivana recordó la abrupta salida del departamento de Petra, la soledad de la calle Kaprova y la carrera por la Estación central de Praga. El pesado tren avanzando por rieles cubiertos de nieve rumbo Hradec Kralove, la noche en el hotelito del pueblo, la calidez de Ivana, el encuentro de dos viejos amantes y el aroma a humo y cerveza de los bares de provincia que mitigaron su culpa al menos por ese día.

En la vereda opuesta del río Voltava el parque de Letna impuso a los praguenses, durante los primeros años del comunismo, una enorme estatua de Stalin que fue demolida por la artillería pesada del ejército checo. El terraplén de piedra pulida, que sostenía a la estatua, ahora servía para apoyar los funestos pensamientos de Carlos y la nieve que comenzaba a caer como terrones iba dejando retazos de los vetustos edificios de la ciudad vieja.

En la calle Kaprova dos automóviles de la policía checa se estacionaron bajo el edificio de Petra.

viernes, 6 de marzo de 2009

" CUENTOS BAJO CERO ". EWALD MEYER. EDITORIAL LA CÁFILA. VALPARAÍSO 2006.

FINIS TERRAE

“Miro mi cara en el espejo para saber quién soy,
para saber cómo me portaré dentro de unas
horas, cuando me enfrente con el fin.
Mi carne puede tener miedo; yo, no.”

“Deutsches Réquiem”, José Luis Borges.







Mi nombre es Karl Friederick, pero adopté el latino de Alexius Seppetus. Nací en Könningratz el año 1670 y mi familia pertenece a linaje noble desde la entronización de Carlos IV en Praga. Otto Von der Heyde, mi abuelo, fue abatido en la Guerra de los Treinta Años en una carga de caballería en las cercanías de Olmütz. Lo heroico del episodio esconde el espejismo de un trágico final. Mi padre perteneció a la Corte de Bohemia. Fue embajador ante los reyes hispanos y siempre afirmó que nuestros antepasados defendieron la fe contra los sarracenos. En cuanto a mí, abracé la vida monástica buscando la verdad. Estudié a los padres de la Iglesia y bajo la sombra de la escolástica critiqué a los clásicos. Asistí a las disputas doctórales en la Universidad Jaggelonian. En Cracovia avizoré los insondables caminos de la fe y vagué a orillas del Vístula, inmerso en cuestiones teológicas. Las preguntas dieron paso a la obsesión. Leí en cubículos apartados libros prohibidos y en Praga deambulé por estrechas callejuelas discutiendo con hermanos más avezados en el arte de dirimir cuestiones de fe. Mi temor esencial se convirtió en certeza. Soy un penitente y lo sé. El recuerdo de quien soy en medio de la brisa primaveral no puede arrancar la pena capital que pesa sobre mí.

El largo viaje bordeando el Estrecho de Magallanes es una alegoría del Infierno. El tormento del barco y las pestilencias de la estrechez fustigaron mis creencias la mayor parte del viaje. Vi caer animales y gentes por la borda. Vi a muchos morir por el mal de marea. Asistí a enfermos en el lecho de muerte en tormentas interminables. El desembarco en la bahía de Quintero fue el fin de una tragedia. Agotado en la hacienda de mis hermanos, las piernas se rehusaban a mantenerme erguido.

Se me acusa de corromper mentes. Se me acusa de apostasía y la paradoja de la existencia impide ver la cara de mis cancerberos. Las nuevas tierras de su majestad distorsiona la mente de los súbditos que llegan a convertirse en bestias absurdas. No pretendo defenderme de cargos imposibles a los ojos del altísimo, no pretendo esgrimir falsos argumentos contra las desviaciones fabricadas a partir de interpretaciones espúmeas y endilgar en la exterioridad el fin de mi existencia, que hoy carece de valor. El juicio fue corto y la defensa inútil. A la culpabilidad de la sentencia opuse oración profunda. Las ideas que se infieren a partir de mis disertaciones en algunas reuniones se sumergen en la ignorancia de quienes las profieren. Profusamente se ha discutido sobre las fuerzas ocultas que determinan la ley natural y no guardo pecado en este punto. Mal se entiende nuestra labor en estas latitudes, difamada por boca de criaturas inocentes y funcionarios mal intencionados. Mi destino parece torcido por la oscuridad.

Los indios han sido bendecidos y adoctrinados y las autoridades del Imperio no deben guardar reparo. Nuestros hermanos han sido victoriosos en la fe. Las criaturas que habitan la accidentada geografía del Reino de Chile caminan por la senda correcta, y a pesar del trance que sufro, guardo amor por ellos. La inmensidad de estas tierras permite divagar con libertad en torno a imposibles. Las cosas parecen regresar a la antípoda del pensamiento y lo irreal de ciertos paradigmas, destruye su efecto. La lejanía de los hombres, en medio de valles secos y pedregosos, fustigan al creyente convencido y lo paupérrimo de la materialidad agobia con frenesí a los que intentan penetrar en la profundidad. Asumo con vergüenza que la redención en la descripción de mis penurias no tiene sentido. Sólo deambulo por mi mente con el recuento de una frágil existencia en estas tierras. No tengo temor a enfrentarme a la muerte, aunque llegue de súbito. La venalidad de mis captores y la sagacidad de los indígenas que susurran a ratos un dialecto conocido tal vez precipiten la resolución.

Estoy a pocas leguas de la Bahía de Quintil, hoy llamada por los españoles Valparaíso. Arribé hace cinco años desde Bohemia, tras una larga travesía por Magallanes a estas Finis Terrae. El Reino de Chile será mi última morada y no acabo de imaginar la manumisión de todo el que muere en circunstancias similares. La justificación tiene algo de impenitente en medio de esta inmensidad, pero ya es tarde. Hay un tiempo finito cruzado por fuerzas ignotas. Es el final.

martes, 3 de marzo de 2009

"CUENTOS BAJO CERO". Ewald Meyer. Editorial La Cáfila.Valparaíso 2006.

LOS CRISTALES DE JAROSLAV

“El que está en el extranjero
vive en un espacio vacío
en lo alto, encima de la tierra,
sin la red protectora que le otorga
su propio país ,donde tiene a su familia,
sus compañeros, sus amigos y
puede hacerse entender fácilmente
en el idioma que habla
desde la infancia”.

“La insoportable levedad del ser”
Milán Kundera.




Los cristales de sal esparcidos en la nieve gris que cubre la calle alcanzan a centellear bajo el azulado amanecer de Moravia. La pequeña villa, hoy reverenciada como Patrimonio de la humanidad, clarea y el camión de Jaroslav recorre la ciudad con lentitud. Las mangueras expulsan con un ronroneo los cuadraditos, fastidio de los transeúntes que a esa hora caminan por la fría vereda. Para este checo gordo y rubicundo, de manos pecosas y panza abultada, la sutileza en torno a los cristales metiéndose en las botas de los vecinos, no cuenta. La baratura para el Estado es evidente y no se puede hacer otra cosa, responde bebiendo un espumoso vaso de cerveza. Lo que más sorprende a Jarda, como le dicen los amigos, es el tamaño único que tiene cada cristal. La explicación de la ruta de los cristales de sal hasta llegar a nuestra modesta ciudad, atravesando los lugares más increíbles, sorprende a los parroquianos del bar que envalentonados por el alcohol siempre tienen un dejo de provinciana xenofobia. Las historias gráficamente se sitúan en África y esbozan una columna de negros con huesos en las narices soportando en sus espaldas sacos de sal bajo un sol ardiente, guiados por un hombre blanco, sacan las risotadas a los borrachos habituales de la Hospoda. He frecuentado el bar en los últimos cinco años y el desconocimiento de la vida de Jarda me intriga. Tres veces a la semana religiosamente ocupo un lugar en la barra; la conciencia de los parroquianos que un extranjero los observa a ratos cae en el olvido. No sé nada de nadie, excepto el nombre y lugar de trabajo de cada uno.

Y me escabulló con la vieja excusa de la cita furtiva. Entre risas socarronas, enfilo hacia la puerta, no sin antes saludar a la gordinflona que regentea el bar. Fastidiado de su coqueteo lascivo, esquivó lo que parece una invitación a disfrutar de su ajado cuerpo. El aire gélido incansable en la frente me recuerda la condena de permanecer como mero espectador en esta inmensidad. Las tenues luces de la calle que se solazan con la soledad abrumadora, disimulan a un transeúnte que camina raudo por la otra vereda. Llego a la pequeña Plaza del castillo, que vista desde lo alto del pueblo parece un gran pájaro grisáceo. Siento el frío agudo que taladra mis huesos. Es tarde y bajo desde el vetusto portal a la explanada que se hace más grande y solitaria. Recuerdo el viejo patio de la casona familiar a miles de kilómetros y alcanzo a arañar cierta familiaridad en todo esto. El bulevar del pueblo se cuartea en la profundidad como un juego arquitectónico y diviso la ventana de Marketa. No está acompañada e imagino su cuerpo lejano, sensual y trémulo perdido en mis recuerdos fantasmagóricos. Imagino estrechar sus caderas y escapar a la capital, vivir en el anonimato, esbozar una existencia vertiginosa, beber de la vida y quererte mi amor, sólo quererte hasta la locura. Tú y yo lejos de este pueblo.

La calle se cubre de un manto blanquecino, los adoquines se diluyen bajo la escarcha y Marketa decide dormir.

La madrugada me sorprende oteando la estación de trenes. Una locomotora enfila a la capital y el cielo se abre tenue bajo la claridad septentrional. Desde mi ventana percibo ese rumor característico del camión de Jarda arrojando los cristales sobre la calle que aún conserva la nieve fresca. Un café, un cigarrillo y el autobús que me espera puntual en la parada. Y vuelvo a sentir crujiendo los incansables cristales de Jaroslav.

jueves, 26 de febrero de 2009

"CUENTOS BAJO CERO". EWALD MEYER. EDITORIAL LA CÁFILA. VALPARAÍSO 2006.

EN LOS CONFINES DE LA REPÚBLICA






“En la inmutabilidad de todo lo que les rodea,
las costas extranjeras, los rostros extranjeros,
la cambiante inmensidad de la vida
se desliza ante ellos de forma imperceptible
velada no por un sentimiento de misterio,
sino por una ignorancia algo despreciativa...”


“Corazón de las tinieblas”, Joseph Conrad.






Si en Dobruška hubiera tranvía la fisonomía del pueblo no habría tardado en cambiar. Mucha gente viviría con más comodidad. Emigrantes atolondrados ocuparían los parques de una ciudad moderna que generosamente abre sus puertas. Estaciones con nombres de héroes prohibidos durante el régimen pasado, anunciados por una voz cautivante de los tranvías capitalinos. Las calles amplias darían lugar a discursos encendidos de las nuevas autoridades.

En tardes soleadas un serpenteante camino de rieles de acero sugeriría sinuosamente los costados de la torre central de la plaza. Así el tranvía, orgulloso monumento a la modernidad, fustigaría los anhelos centralistas de ciudades cercanas y la gente pensaría que Dobruška no era sólo un pueblo al final de la República. Pero no había, ni habría tranvía en el pueblo.

Fueron proyectos que amasé en mis largos viajes tiempo después de dejar Dobruška. El recuerdo arrastrado por años me obligó a crear ilusoriamente esas mejoras de tamaño irreal. Es un hecho que las imágenes a la distancia se vuelven asimétricas y carentes de la lógica inicial.

La pompa caribeña de Miguel, un colombiano que el Ministerio consiguió en esas latitudes para dotar de amabilidad el recibimiento de un becario extranjero, intentaba mitigar la soledad de Dobruška, que a esas horas ya casi dormía. La hilera de casas desvencijadas chocaban con la estación del tren. Los abedules añosos flanqueaban la vereda y la nieve cayendo, evocaba ese aroma a carbón inconfundible de la calefacción central de un país comunista. Los días de nieve eran diáfanos y la imperfección del tiempo hacía que se distorsionaran todos los sentidos. El tono azulado de los edificios bajo la incesante nieve al final del día, asemejaba una bóveda temporal en la cual lenta, pero inexorablemente, me adentraba. Enfilando por una pequeña calle adyacente, el monumento del célebre poeta cubierta de hollín, hundido y reivindicado por no pertenecer a la cultura dominante en tiempos que la República, no pasaba de ser un anhelo romántico. Ese escueto paseo en una ciudad fantasmal diluyó mis temores.

La residencia, un elefantiásico edificio comunista, recibía estudiantes de todo el país y hasta hace un tiempo, de todo el mundo. Las reformas del nuevo gobierno disminuyeron considerablemente la llegada de extranjeros y en los últimos años en los pasillos del colegio reinaba el silencio.

Los días pasaban y la pequeña villa se transformó en un remanso hogareño de perfección asombrosa. El espacio que se abrió en mi existencia no tenía punto de relación con algo del pasado. Si en la otra orilla de una existencia sudamericana las cosas no habían marchado bien, en los paseos de la tarde me cuestioné el porque de esta sensación de pertenencia en un confín absolutamente fuera de todo cálculo. Los espacios duales de Dobruška, movidos entre la finitud y la inmensidad restituían las ansias de conocer cada rincón de este pequeño pueblo. La calle del cementerio judío marcaba el final de cara a la república limítrofe. La lechería al otro extremo de Dobruška era una isla en medio de plantaciones de cebada que contrastaba con la fortaleza medieval del pueblo vecino. En la otra orilla no tenía nada a que volver; lo constaté por aquellos días.

Frente al ayuntamiento la cafetería de Don Bratislav era un faro en las tardes brumosas de Dobruška. La máquina italiana adquirida en tiempos del comunismo, final de una cadena de sobornos que incluyó un influyente general de la República, preparaba capuchinos como en Venecia. El padre de Don Bratislav había instalado en el pueblo aquel remanso cosmopolita, en los albores de la nación y resistió los embates de la guerra gracias a la protección de la resistencia. En el sótano funcionó durante los años de persecución una radio clandestina que mantenía al pueblo al tanto de todas las noticias importantes al otro lado de la órbita socialista. Al viejo Bratislav la ciudad lo recordaba por la fantástica leyenda en los años previos a la guerra con Alemania. El pueblo se revolucionó con la llegada de intelectuales que cruzaron la frontera a pie y decidieron permanecer en Dobruška a la espera de los acontecimientos. La intervención del viejo, que mediante influencia convirtió las casas aledañas de la plaza en verdadero campos de refugiados, fue uno de los episodios más memorables de la historia de la ciudad. La plaza atestada de transeúntes que escuchaban absortos los recitales poéticos contrastaba con campesinos venidos de caseríos cercanos que se agolpaban en alguno de los cuatro bares de la ciudad. Dobruška se había convertido en una pequeña París. El pueblo inspiraba obras literarias y su nombre figuró en el mapa cultural europeo.

Fue poco antes de morir que, abusando de su cuerpo y con las últimas fuerzas, éste verdadero ilustre de Dobruška y dueño del Café Regente, picota en mano cercenó la nariz del padre de la revolución comunista en medio del pueblo. Tras vítores, el abuelo comenzó a sentirse mal y expiró súbitamente en la puerta del Regente. La congoja enmudeció a los ciudadanos y el ayuntamiento decretó tres días de duelo.

Las tardes en el café se multiplicaron y la intricada lengua del viejo Bratislav fue más y más familiar. Avancé con el checo, al punto de no necesitar asistir a clases, lo que molestó al director que me recordó la falta de responsabilidad respecto a la beca. Una tarde en el café, Bratislav distraídamente me comentó que el director del instituto era un protegido de los comunistas sobrevivientes en el Ministerio y que la antigua disciplina obrerista aún persistía a espaldas del pueblo. Era indudable que el café constituía la sumatoria de la historia de Dobruška, cada centímetro, cada tablón y cada ladrillo alertaba sobre lo que un observador avezado hubiese descubierto esencialmente como la historia constreñida en las paredes del edificio.

En el cuarto que me asignaron en la residencia universitaria, la ventana permitía una visión privilegiada de la parada más importante del pueblo. En las tardes fisgoneaba con curiosidad a los transeúntes que religiosamente esperaban el autobús. Lunes, martes y jueves en la tarde se concentraban mujeres obreras de la única fábrica del pueblo. Los miércoles y viernes los hombres predominaban con sus impermeables grises y actitud cabizbaja. La fábrica de pollos proveía de alimento a toda la comarca y las mujeres eran el mayor porcentaje de las trabajadoras. Poco después de la caída del régimen comunista, un puñado de obreros se apresuraron a convertir en cooperativa a la empresa para asegurar el trabajo ante alguna eventualidad futura. El sistema antiguo, como lo llamaban los checos, seguía funcionando.
-A pesar de todo es lo único seguro que conocemos después de la guerra-, confesó un anciano sentado en el banco de la plaza junto a un añoso abedul.

El primer viernes de cada mes, hombres con impermeables en el brazo abordaban el último bus y se sonreían unos a otros saludándose efusivamente. Los estudiantes llamaban a ese día “el del carnaval”. En ocasiones los de la residencia se plegaban a este ritual y acompañaban a los hombres a la parada. La despedida del último autobús era con gritos y aplausos rompiendo la monotonía del pueblo y cerrando la fiesta hasta el otro mes. En ocasiones acaricie la idea de abordar ese bus y bajar en algún pueblo de la comarca y ver lo real de aquellos anónimos pasajeros del carnaval.

La tarde más gélida que el termómetro registró en Dobruška el bus cerró sus puertas y enfiló raudo por la Avenida Central. Desde mi ventana la calle se veía amplia y desierta. En los márgenes de esa especie de pantalla privilegiada que tenía mi cuarto una mujer ocupó la escena corriendo tras el bus. Lo imposible de su empresa la dejó parada en medio de la calle desierta, perturbada por su fracaso. Desesperada se llevó las manos al rostro y comenzó a llorar en medio del silencio sordo del pueblo. En un momento levantó la cabeza, se incorporó y sus ojos se clavaron en mi ventana. Su mirada me perturbó por la mezcla de sentimientos contenidos en un episodio que ella compartía conmigo involuntariamente. Hoy el recuerdo de aquellos efímeros segundos dejaron en mí un sentimiento de escozor y el recuerdo de María se vuelve más real. Aquel sollozo en medio de la calle me conmovió, pero ese llanto contenido, irremediablemente frágil frente a la inmensidad de la estación de autobuses se hizo imposible de desechar en mi cerebro afiebrado.

Mantuve la cortina corrida de la ventana. Ver la parada era entrar en un juego obsesivo por buscar a la mujer. Dejé pasar un tiempo y la rutina de Dobruška cubrió inexorablemente ese episodio. El clima mejoró. El sol convirtió a la nieve en musgo húmedo que cubrió las calles como nuevo visitante. Una mañana de nubarrones amenazantes la ví sentada junto a la escultura cilíndrica que adorna la plaza. Con sus profundos ojos azules clavados en los ladrillos de la torre central y el abrigo crema desabotonado. De su blusa blanca emergían senos turgentes y con las manos aferradas al pequeño banco de madera, teoricé acerca de una espera impaciente. Jugando con el anonimato mi estrategia fue inútil, sus ojos siguieron furtivamente el trayecto aparentemente despreocupado que inventé para llegar al Café Regente. Después de aquel encuentro la impaciencia se apoderó de mí. La conexión estaba hecha y no pude disimular las ansias de encontrarla y saber todo de ella. El hombre que se ve privado del ambiente que lo vió nacer con sus afectos perfectamente definidos y seguros parece perder el decoro, y el impulso de la transgresión se vuelve casi un método de supervivencia ante las fuerzas ininteligibles que dominan su circunstancia. Recorrí bajo un plan previamente establecido todos los rincones de Dobruška buscando a María. Concluí que vivía en otro pueblo. Volví a apostarme en la parada de autobuses. El hecho de saber que no habitaba el mismo espacio perfectamente diseñado de la villa me angustiaba. Los límites de Dobruška se habían vuelto seguros. Tenía claro las distancias y casi podía oler los aromas del pueblo en una especie de círculo perfecto.

Entrada la noche me escabullía hasta la parada de autobuses y anotaba todos los itinerarios del bus de María. En el mapa de la provincia marqué destinos posibles y calculando la distancia desde Dobruška, imaginé el tiempo que a ella le tomaba llegar a su pueblo. La especulación es un activo de adrenalina y vigilia que aceleraba mis pensamientos a lo indecible. La tarde previa al día del carnaval decidí seguirla. La parada de autobuses atestada de gente disimuló mi empresa y empotrado en el último asiento junto a la ventana observé a María. Los sembradíos de cebada tierna contrastaban con las hileras de árboles a la orilla del camino y el suave atardecer dejaba un residuo rojizo en el cielo primaveral. La ansiedad de ver parajes desconocidos, edificios similares de pueblos pequeños cercanos a Dobruška, torres barrocas, castillos enclavados en lomas suaves, me producía vértigo. El pesado bus se detuvo en la cuarta parada y antes de seguirla alcancé a revisar mis apuntes para saber donde me encontraba. La mujer se bajó en un caserío antes de un pueblo cercano. La paradoja de encontrarnos en la parada y el bus que se perdía raudo entre la arboleda del camino extravió mi sentido del tiempo y confundido sólo atine a caminar en dirección a la mujer. Era el impulso que me llevaba, instintivo sin caretas ni nada, tenía que encarar esta situación ridícula, pensé. Las casas pulcras y grises con jardines pequeños acentuaban la soledad del paraje. A pocos metros una señal metálica con una raya roja oblicua indicaba el final del pueblo. Más allá campos que se iban desdibujando en la penumbra de la noche. Hábilmente la mujer se situó en medio de la vereda y sus ojos se clavaron en los míos dejándome sin opción. Me detuve frente a ella y su belleza rubicunda me turbó por unos segundos. La elegancia de sus afiladas facciones bajo esa noche clara la llevo en mis recuerdos. El rostro sereno y las manos cruzadas acentuaban la madurez de una mujer frente a un niño travieso. La sensación de entrar en un juego peligroso me invadió. Pero sus ojos azules en la penumbra, sin observadores, casi como en un cuarto oscuro, me dejó estático en medio de aquel caserío extraviado en el mapa. Frente a ella, sus manos suavemente se estiraron con familiaridad. Una nota cuidadosamente doblada en papel blanco cayó sobre la palma de mi mano. La aprisioné con fuerza y sus dedos se engancharon en los míos como viejos amigos. La naturalidad de los cuerpos unidos en medio de la oscuridad destruyó todas las barreras y me atreví a besarla con pasión. La respuesta de sus labios casi instintiva se detuvo con el centelleo de las luces de un auto que nos hizo volver a la distancia de un encuentro furtivo. Fueron esos escasos segundos los que aturdieron mis sentidos, después de haberla tenido casi entre mis brazos, ese calor sensual, la boca húmeda y su lengua aguda, me hicieron olvidar lo extraviado de la situación. Se escabulló como saeta y la noche clara cerró ese pequeño capítulo fuera de los muros de Dobruška.

La carretera que flanquea el pueblo corta como guillotina las tres calles que confluyen en la salida norte. Más allá de la autopista se divisa el cementerio de la villa e instalaciones recientes de una gasolinera alemana, que posterior al régimen comunista se ha convertido en un polo de modernidad reconocido en toda la comarca. Enclavado en una loma existe un pequeño motel estilo americano, que los estudiantes de la residencia denominan “la tienda occidental”. Marcas americanas, bebidas energizantes y fetiches de colores se pueden adquirir sólo en ese lugar. La indagación fue una tarea de días y las visitas para observar este portento de arquitectura funcional, me sustrajeron del agobio de los exámenes finales de la universidad. La nota de papel blanco que ella me entregó apuntaba hora, día y lugar. No había palabra, frase u otra referencia.

El recuerdo de un ritual lento evoca mi encuentro con María. Aquella mañana las nubes bajas presagiaban una tormenta. La impavidez del pueblo ante este evento y los árboles con sus hojas inmóviles fueron una sumatoria de detalles angustiantes que observé desde la ventana de la residencia.

El cuarto del motel era pequeño. Sólo la cama, un velador y una televisión rebalsada de canales porno. Desde la ventana vi limpios lomajes verdes de cebadas tiernas. El camino de guindos se perdía en el pueblo vecino en un hilo negro asfaltado. Eso logró mitigar mi ansiedad circunstancial y la espera de María se escabulló bajo el manto de los arrabales de Dobruška.

La sensualidad de su cuerpo en el “hotel occidental” me dejó un sabor extraño. La gravedad de las miradas en el juego amatorio, las prendas tiradas sobre la silla, el contorno de sus senos, la boca fundida en cada beso y el miedo en la pared como un recordatorio de que todo aquello acabaría, se esfumó como los aromas de una noche placentera. Las pocas palabras que intercambiamos sólo conducían a la resolución de no vernos más. El matrimonio mal avenido de una mujer de pueblo fue un azote común en los años del régimen comunista. María se sentía ligada a su esposo y la sola idea de abandonarlo la ponía mal. En este desconocimiento asfixiante de la realidad la resignación separó las aguas entre María y yo.

Fui cauto y lo reconozco, pusilánime hasta zaherir la decencia que existió en el encuentro. La fuerza para seguir en Dobruška buscando a María en las tardes cálidas se hizo una necesidad interna. La parada de autobuses se convirtió en obsesión y los reiterados viajes a los caseríos aledaños resultaron inútiles.

Sumergido en el checo, regresé a saborear el café del Regente y las noches estrelladas con astros desconocidos en el Hemisferio Sur fue el último recuerdo suspendido en la ventana del tren que me llevó lejos de Dobruška. Me ahogué durante años en libros, artículos especializados y conferencias. Regresé a la República por breve tiempo, acaricie la idea de buscar a María y lo afiebrado de la idea me hizo desistir. Quizás su vida seguía en la parada, en la fábrica y el caserío de jardines perfectos.

No volví a verla, no volví a la villa y la conciencia real de encaminar mis pasos a Dobruška ha absorbido noches en otra parte. Marcado en los extraños compartimientos de mi psiquis exorcizada, fue un lugar que pareció real, quizás perfecto.

Cesky Dum Argentina.Sintonia Checa.

miércoles, 25 de febrero de 2009

" Cuentos Bajo Cero ". Editorial La Cáfila. Valparaíso.2006

PERDIDO EN LA PLAZA VIEJA


Parada en medio de la Plaza Vieja, irreconciliable con la imagen lejana de una mujer fuerte, avasalladora, cáustica hasta la saciedad y en un país extraño, su mirada se sumergía en la penumbra pidiendo compasión. Tremenda constatación, pero no vienen al caso más explicaciones inútiles. La Iglesia de Tym, con sus torres iluminadas, emulan antorchas nocturnas que a ratos distraen a los turistas y en esas vetustas torres puedo ver la acumulación de sueños de princesa devorados por el tiempo, quizás tus sueños, querida, quizás tus sueños...

Tengo unos segundos para escapar, aquilatar, valorizar, no sé. Pausa urgente y continuar. Cuantas veces he caminado por estos adoquines centenarios, amparado en los farolitos metálicos, balbuceando un checo afortunado junto a una rubicunda estudiante que atenta escuchó nuestra historia de amor. Y pensé en ti, en el amor suspendido en la espera. Y no hubo aviso, llegaste de súbito tocando tímidamente la puerta de mi cuarto, como si hubiese sido ayer que nos dejamos. Jadeantes gemidos rompieron la lejanía. Te volví a prometer todo y envalentonado asumí el riesgo. Vagamos por Praga, por la estrechez de sus calles. En la taberna de Staroměske bebimos parloteando agazapados en el recuerdo del hogar lejano. Y abrazados en el puente de piedra nos prometimos bajo la Luna refulgente. Y al final se fregó todo, se apagó. Mil argumentos, palabras al viento, que se yo. Desde la Torre del Reloj, el Sol ya no era el mismo, tenue y otoñal, tus besos se enfriaron. El Castillo de Praga cayó en un juego brumoso y tus ojos angustiados parieron el fin. No va más, lo sabes, te revelas, pero es inevitable.

El tranvía arrastra pesadamente los carros y el rojo eléctrico te hipnotiza a lo lejos. Rutinario enfila a la residencia, lo sigo a la distancia y quiero subir.

En pocas horas tu tren cruzará la frontera. En la estación un beso frío, un buen adiós y sin rencores mutuos, se diluye todo. Desde la ventana del vagón tus ojos susurran algo, te delatan, pero es tarde.

Vuelvo a la Plaza Vieja a tratar de rescatar fragmentos del naufragio gélido que duele. Tal vez entre los adoquines se te ha quedado algo.

Finjo desinterés de praguense en los turistas, discretamente te busco y con eso no puedo, aunque pase miles de veces por esta plaza.


Ewald Meyer

viernes, 20 de febrero de 2009

Congreso de Humanidades.Universidad Metropolitana Ciencias de la Educación.Santiago 2008.

EL REINO DE CHILE EN EL IMAGINARIO DE LOS PAÍSES CHECOS. SIGLOS XVI – XVIII.


Ewald Meyer Monsalve

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RESUMEN
Los vestigios existentes en las fuentes checas del reino de Chile, y la relación de incidencia en el imaginario checo respecto a América Latina y Chile, constituyen el eje central del trabajo a exponer. Asimismo, aborda el problema de la identidad y cultura, respecto al nacimiento de la nación checa. En este contexto, la visión de Chile y los imaginarios construidos a partir de la realidad constituyen un elemento claro de identificación, respecto al tratamiento histórico e importancia que le otorga la historiografía checa a los estudios de Latino América. Desde una perspectiva crítica se aborda la temática, buscando claves respecto a los imaginarios, en el contexto de los estudios coloniales.


PALABRAS CLAVES: Chile, Países Checos, imaginario, identidad, cultura.




INTRODUCCIÓN

Los antecedentes que hasta hoy se han acumulado sobre el tema, y las investigaciones llevadas a cabo por historiadores checos son fragmentarias, y en la generalidad de las investigaciones historiográficas incluyen a Chile bajo el devenir histórico latinoamericano y en el mejor de los casos bajo el concepto de “Cono Sur”. Las temáticas abordadas están relacionadas con migración, desprendiéndose otros tópicos que se desarrollan como objeto de investigación propios en la medida que varios autores abordan las problemáticas. La influencia de la etnografía en los estudios históricos de América latina por parte de académicos checos, asimismo funciona como factor de retroalimentación a la problemática de identidad del pueblo checo, en el sentido de historiar los albores de la formación de la Primera República, teniendo como referente a los emigrados a América en su conjunto y el rol en la formación del Gobierno de Masaryk. Por otro lado con posterioridad a la Segunda Guerra mundial, el régimen de censura que experimento Checoslovaquia durante cuarenta años de comunismo, también puede considerarse como un factor importante en la visión y desarrollo de estos estudios centrados en la erudición que evadieran problemas de conciencia. En algunos casos hay trabajos notables que lograron escapar a los férreos controles estatales debido a que fueron escritos en español y publicados en Revistas de occidente . En Chile estudios sobre el país centroeuropeo son prácticamente desconocidos, existiendo referencias marginales en torno a Checoslovaquia en el período que abordamos en este trabajo. Y a pesar de la profusión de artículos publicados en República Checa, luego de la superación del régimen comunista, la sistematización en torno al problema que nos convoca en este estudio son prácticamente desconocidos.

La sociedad checa, específicamente la nobleza culta, tuvo noticias del descubrimiento de América a fines del siglo XV en la corte de Praga, este hecho que puede parecer baladí y menor en Europa Central, en tiempos que la historicidad se manifestó fuertemente a comienzos de la era moderna, sin embargo, sería el inició de los estudios sistematizados en el siglo XX sobre América Latina por los eslavos centroeuropeos. En este contexto, información fragmentaria se transformaría con correr de los siglos en un imaginario recurrente para construir la imagen de un “otro” desconocido, lejano a las pretensiones establecidas para un largo período que comprende los siglos XVI y XVIII. La idea de etnias ignotas, luchando al otro extremo del mundo, en las Finis Térrae del Imperio español, enemigo recurrente para un sector de la nobleza checa llegó a tener un significado idealizado, en cuanto logró insuflar ánimos a la resistencia en medio de las guerras confesionales. Este hecho en un tiempo de larga duración fue rescatado como un antecedente importante por la historiográfica checa a fin de fortalecer la identidad nacional.

CONTRUCCIÓN Y DECONSTRUCCIÓN EN EL IMAGINARIO LATINOAMERICANO.

El imaginario se construye en torno a percepciones. Los vehículos para la construcción pueden darse en diferentes contextos, pero necesitan necesariamente de unas características espacio temporales especiales. Bajo la perspectiva anclada en el tiempo, la tarea resulta compleja. Desde un escenario ,si se nos permite la digresión, mas bien temporal, podemos hablar de la imposición ideológica- espacial de un imaginario cultural de poder ,subyugación por encima de unos centros culturales mas bien acotados y centralizados que no esbozaban algún tipo de imaginario imperial ,carentes de la idea de universalidad, y no porque fueran inferiores en alguna forma, o limitados en cuanto a elites dinámicas, es mas bien la evolución paulatina que no fue dotada de artilugios defensivos tendientes a preservar la cultura esencial, supervivencia en el sentido mas primitivo de la palabra. No hay aquí un rasgo darwiniano, en lo absoluto, es mas bien la constatación de la precariedad mutua en la que colisiono la cultura europea-hispánica con la amerindia. Es indudable la inferioridad de los amerindios frente al avasallamiento del hispánico. La construcción del imaginario americano, es resorte de un otro ajeno, de un “director” extranjero que impone sus designios bajo condiciones extremas y que no perdona los remilgos mas bien humildes de unos actores estupefactos ante tanto cambio. Es ese imaginario nucleíco que se consolida por casi cuatrocientos años, y que taladra reiteradamente, permean todos los niveles y socava ardorosamente interpretaciones de las elites.

Es en este juego que la construcción del imaginario americano (amerindio) se va moldeando con lentitud y paciencia. El período colonial se abastece de una sumatoria de imágenes dobladas e impresionistas que se superponen si ningún orden aparente, pero que colaboran decididamente en la construcción de una identidad forzosamente reprimida de lo elementos esénciales de una sociedad fuertemente custodiada y atrapada. El ejercicio del orden y la correlación de poder metropolitano consiguieron configurar un imaginario a partir del referente cristiano y racional se moldeó como propio y a la vez ajeno. Es la dualidad la que configura el imaginario del amerindio, entrado el siglo XIX. Convencidas las elites de la construcción a partir de un referente europeo innegable, indiscutido y carente de remilgos el que se estructura bajo la superposición de imaginarios racionales como la república, la institucionalidad y el liberalismo que se convierten en el norte del esfuerzo por imponer algunas lógicas esquivas en tiempos coloniales y que las reformas borbónicas de la mano del barroco se esforzaron por buscar el sentido de administración racional al alero de un estado cada vez mas precario en términos de dominación centro periferia.

LOS SIGLOS XVI – XVIII EN LOS PAÍSES CHECOS.

La primera aproximación a la realidad de las Indias fue a través de las noticias, escritos y testimonios que los españoles llevaron a Europa Central, por diversos motivos. En la Biblioteca de los Eggenberg en Česky Krumlov en el sur de Bohemia, hay ediciones de autores como Lope de Vega, Calderón de la Barca, William Shakespeare, Moliere, Jean Racine, pierre Corneille y Goethe. Jan Oldrich de Eggenberg (1563 – 1634) de origen austriaco fue primer ministro en la Corte de Praga y más tarde en la de Viena. En el cargo de diplomático viajó en misiones reiteradamente a España, tras lo cual logró atesorar una gran biblioteca de volúmenes en Español e Italiano. Este conspicuo funcionario diplomático, consiguió casi dos tercios de su colección entre los años 1622 – 1634 y entre los títulos más destacados se puede encontrar: De las comedias de Lope de Vega y Carpio y Arcadia prosas y versos de Lope de Vega. Además se conservan tres tomos en francés editados en Paris, y una comedia en alemán de autor impreso en Gratz .

La relación de Alonso de Ercilla con la corte de Rodolfo II es un capítulo extraviado, de este intelectual que gracias a sus viajes, se hizo conocido en las cortes de Viena y Bohemia. El primer viaje a fue poco antes de partir a Chile en 1552 como acompañante de la corte real de Maximiliano. En el viaje conoció a varios nobles de la corte de Bohemia, lo que nos sugiere que la publicación posterior de su libro “La Araucana” no fue algo completamente desconocido para “los de Bohemia”. De vuelta a Europa después del periplo por Chile y habiendo publicado “La Araucana” con financiamiento real, entra en la corte imperial que se sumo a su nombradía y el prestigio literario de su obra cumbre. En 1575 en la catedral de San Vito en el Castillo de Praga, Ercilla participa en la coronación de Rodolfo II como Rey de Bohemia. Fue quizás una suerte de “promoción” de su obra y el conocimiento real de la nobleza de Bohemia, de lo que sucedía allá al otro extremo del mundo .Este hecho sugiere que el interés checo en tierras americanas y las vicisitudes de la conquista fueron seguidos con curiosidad por la nobleza checa. No es casualidad entonces, encontrar el retrato adolescente de García Hurtado de Mendoza en el Castillo de Nelahozeves al sur de Praga, que revela el conocimiento de la realidad de las Finis Terrae españolas en las Indias . La relación que establece María Manrique de Lara en Praga casada con Vratislav de Perstein y pariente de la madre de García Hurtado de Mendoza, María Manrique de Osorio, no deja de tener algún significado en medio de la división de las cortes de Bohemia y la hispanización de esta, por parte de los Habsburgo Centroeuropeos .

La sociedad chilena de la conquista española y posteriormente colonial gozó de un aislamiento “envidiable” prácticamente sostenida a causa de razones estratégicas por mandato regio de la metrópoli. A los pocos años de la llegada de los conquistadores la evidencia en torno a la riqueza fue decepcionante; el dorado de las indias definitivamente nos se encontraba en Chile. El eje urbano Serena – Santiago –Concepción aseguró con posterioridad al desastre de Curalaba en 1598 la permanencia del español precariamente, en medio de una tierra de guerra que ya en el siglo XVI contaba con un ejercito profesional pagado por el virreinato del Perú mediante el Real Situado. La ruralización obligada de esta especie de conquistador-administrador(de tragedias en muchos casos) que vio agotados las escuálidos lavaderos de oro a principios del siglo XVII, se aferró a una existencia dependiente del trabajo agrícola basado en un sistema mixto de explotación indígena conocido en sus inicios como encomienda y luego como inquilinaje. Esbozado a partir del ensayo y error en cuanto a su organización, caracterizado por la estratificación social laxa a causa del fenómeno de mestizaje, que encabezaba el peninsular blanco. La hegemonía de la tierra y el corolario de la tenencia de esta y los múltiples usos, abusos, enajenaciones y mutaciones en torno al control de la tierra y por cierto de la Gobernación de Chile, fue el punto primordial de esta Finis Terrae en el siglo XVII y XVIII. La fuerza que adquirió esta sociedad “aristocratizante”, claramente estratificada y estigmatizada para sus miembros mas inferiores (Indios y negros por ejemplo) en algunos casos casi al margen del orden dominante, poseedora de la tierra, sin embargo, contrasta con el rasgo casi campechano y provincial que ira modelando a la aristocracia de cara a las reformas borbónica puestas en marcha en el siglo XVIII. Ante el atraso del reino, pero principalmente a causa del déficit reiterado por los cuales atravesó la metrópoli bajo el reinado de los Borbones. Esta élite surgida en medio de dos siglos de quietud, sólo interrumpida por algún cataclismo de la naturaleza muy recurrentes en Chile, parece haber conseguido lidiar positivamente con los cambios registrados a principios del siglo XIX que a la postre significó la independencia de la metrópoli y mantener la hegemonía que ya a fines del siglo XVIII regentaba los destinos del reino de Chile. En este contexto, desde el descubrimiento de América episodios de la azarosa conquista fueron seguidos con gran interés por la nobleza checa; los nuevos seres descubiertos llamados indios, acapararon la atención de sectores cultos que vieron en las revueltas indígenas una suerte de reivindicación ante la subyugación producto de las luchas confesionales desarrolladas en el continente europeo.

Las distancias siderales en torno a una sociedad que vive al otro extremo del mundo conocido, en la otra orilla de la cristiandad, pero que es parte de un apéndice de subyugación del imperio español, se trasmitió desde los primeros tiempos de la empresa colombina. La aparición de seres nuevos, indescriptibles y deformados por la secuencia de historias contadas, oralmente por viajeros ayudó a transformar las primeras percepciones de esta nueva porción de tierra y sus habitantes. La imagen engendrada desde la edad media cargada de mitos y realidades fantásticas evolucionó al interés político asimilable a una causa que persistirá durante siglos en la elite checa. ¿Pero cuál fue la relación de la nobleza checa con el nuevo mundo? ¿Qué puntos acararon el interés en la realidad de América latina y Chile?.

CONSTRUYENDO UN IMAGINARIO DEL REINO DE CHILE.

Los criterios asumidos por Carlos V en torno al protestantismo en Alemania fue un elemento que complicó las relaciones con Europa Central. A pesar de que el emperador no aplastó a ultranza la herejía, su influencia en Alemania se vio complicada por las componendas a las que llegó por motivos estratégicos ante la invasión turca. La Paz de Nuremberg en 1532, obligó a moderar el clima confrontacional en torno al problema de la confesión y de paso detener la agresión turca a Viena. A pesar de la tardía victoria de Muhlberg en 1547 y el intento decidido por intervenir exitosamente en Alemania, sin embargo, se vio frustrado por la creciente influencia de los Habsburgo orientales con base en Austria, que se extendía sobre Bohemia y Hungría. Fernando I siempre había acariciado la idea de conservar el imperio de tal forma que la autonomía respecto a Carlos V, se relacionaba directamente con la suerte de Alemania. Esta hostilidad hacia Carlos V en Europa Central frustró sus aspiraciones dinásticas y la idea de colocar en Viena un heredero que fuera tributario directo del emperador .

Hasta el comienzo de la guerra de los Treinta años las medidas centralizadoras iniciadas bajo el reinado de Fernando I en Bohemia, Moravia y Silesia, chocaron directamente con los planes de la nobleza checa, que no se conformaba con perder influencia ante las sucesivas reformas emprendidas por el Rey. En cuestiones religiosas combatió contra los protestantes denodadamente. La lucha contra la Unidad de Hermanos surgida en Bohemia en 1460 inspirada en las ideas de Pedro Chelcisky, se vio favorecida con la entrada de la orden de los jesuitas a Bohemia en 1556 y la nominación acertada de la vacante del arzobispado de Praga en 1561. El “Partido Católico” que abrazaron algunos nobles checos como Adán de Dietrichstein (de la rama Hollenburg – Nikolsburg esta última que en checo se verifica como Mikulov) y que ganó cierta influencia en la corte de Fernando I, al oficiar en cargos diplomáticos en las cortes españolas llegó a sensibilizar sobre la cuestión de las indias.

En numerosos estudios acerca de este periodo, los checos sugieren que en el siglo XVI los católicos abrían generado el espacio político para iniciar acciones de evangelización en América, buscando complacer las aspiraciones en las cortes del emperador Carlos V, por sobre el elector de Bohemia, conservando la capacidad política de reacción ante las sucesivas reformas implementadas por Fernando I.
De la percepción inicial de la nobleza checa, en torno a las Indias, y su utilización en política interna, movida por consideraciones al Emperador, el interés se centra en el siglo XVII en los relatos que viajeros checos consignan productos de sus experiencias en tierras americanas. El siglo XVII numerosos misioneros jesuitas reclutados en los colegios del reino de Bohemia iniciaron travesías y trabajos en Latinoamérica; dotados de gran preparación para la época, se desempeñaron como técnicos, artesanos y farmacéuticos . Juan Brand falleció en Santiago cuando desempeñaban su ministerio en 1690. Jorge Burger de la ciudad morava de Vyškov que trabajó en Chillan junto Andreas Seppetius muerto en Valdivia. De aquellos que llegaron a principios del siglo XVII destacan el padre Fritz y el padre Juan Nepomuceno Walter, que fueron misioneros en territorios de la Araucanía entregando valiosas informaciones sobre la presencia española y su relación con los Mapuches. Antes de la expulsión jesuita de Latinoamérica, el hermano José Zeitler desarrollo estudios de botánica en Chile y además gozó de cierto prestigio como medico, poseedor de una interesante biblioteca, permaneció en Santiago de Chile hasta cerca del año 1770 . Con la expulsión de los jesuitas de las posesiones españolas, por una parte la labor misionera de estos se vio interrumpida, y por otra se trabó la oportunidad de tener informaciones de primera mano en torno a las cuestiones referidas a las indias. Algunos misioneros fueron sacados con violencia y expulsados con gran pompa por parte de las autoridades españolas. La enajenación de los bienes y la muerte de algunos pusieron fin a un período de noticias acerca de la realidad indiana para el caso de Latinoamérica .

Al interior de la historiografía checa y particularmente las referencias en torno a los estudios latinoamericanos, la vida y obra del naturalista Tadeo Hanke ha sido reivindicada como parte de la cultura checa, pensando en la profusión de informaciones que entregó acerca de las indias españolas. La expedición Malaspina que visitó el reino de Chile, al alero de las reformas borbónicas implementadas en América, entregó valiosa información a las elites checas sobre la marcha del reino de Chile. En este contexto, el naturalismo y las nuevas tendencias en torno a la expansión de ecúmene comenzaron a cobrar relevancia entre los checos .

martes, 10 de febrero de 2009

Cesky DUM Argentina

Ahoj!

Sintonía Checa, es un esfuerzo de Cesky Dum Argentina, para volver a rescatar aquellas viejas melodías, canciones y tradiciones que queríamos compartir nuevamente, pero también para difundir la actividad de la colectividad checa en la Argentina y principalmente, comunicarnos entre nosotros a traves de un programa de radio.

Los invitamos a conocer, escuchar y descargar varios programas ya emitidos en esta pagina:
http://sintoniacheca.podomatic.com/

Cordiales saludos !!
Karel Souchop
Productor y conductor Sintonia Checa.-

jueves, 18 de septiembre de 2008


Valparaíso, 11 de septiembre de 2008. Ewald Meyer, docente de la sede Valparaíso fue seleccionado para exponer en el Congreso Internacional de Humanidades en representación de la Universidad Tecnológica de Chile INACAP.

La ponencia del académcio, El reino de Chile en el imaginario de los países checos: Siglos XVI-XVIII, será presentada en el XI Congreso Internacional de Humanidades Palabra y Cultura en América Latina: Herencias y Desafíos, que se realizará en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación en octubre próximo.

Tras destacar la aceptación de su ponencia, Meyer señaló que “en nuestra Institución se hace imperativo trabajar por una educación de calidad y los profesores somos los llamados a dar el ejemplo, con nuestros aportes investigativos”.

Ewald Meyer Monsalve estudió Licenciatura en Historia en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, vivió cinco años en República Checa y cursó estudios de Doctorado en la Universidad Karlova de Praga.

martes, 15 de julio de 2008

Ciudades con gustillo a Realismo Socialista: Prerov-Ostrava




En cierta ocasión ,el año 2001 fui una feria de artesanos en Prerov ,ciudad de Moravia,a medio camino entre Brno y Ostrava.Recuerdo que debí caminar casi toda la ciudad de madrugada.Llegue a eso de las 5.00 am. y el frío arreciaba.Era mi primera vez y recuerdo haber pasado por una especie de plaza en declive con algunos bares que a esa hora cerraban.A pesar del sueño,la hora,el frío ,pude apreciar la arquitectura profundamente seriada.Eran edificios ,de relativa antiguedad,pero que reflejaban el esplendor de un pueblo dedicado a la producción industrial.Mi compañera de viaje checa,comento que era una ciudad donde habitaban muchos gitanos.Al llegar a una punta de diamante ,entre matorrales se podía ver una estatua de piedra que representaba a un soldado ruso junto a una campesina.Estaban ausentes,parecían imperceptibles en aquella solitaria calle,sin embargo,me detuve y sacando algunas ramas pude ver aquello que ya se había transformado en una pieza de museo.Ese es siempre el tenor de estas dos ciudades de Moravia,extraviadas,pero con una belleza particular.En otra ocasión ,viaje a Ostrava a casa de una amiga muy querida a la cual le agradaban mucho los latinos,y por cierto disfrutaba hablando español.Lo primero que llamaba la atención era los nombres de las paradas de Travia : Electrarna, siglas de combustibles y siglas de fábricas industriales.Aunque recuerdo ,con mucha nostalgia una tarde de verano torrido en aquella ciudad,caminar por una avenida imponente,lástima no recuerdo su nombre,pero la amplitud y monumentalidad de los edificios me djó absorto,pero la sorpresa mayor fue descubrir que no habían negocios y todos estaban con sus cortinas de metálicas a cuatro llaves.En aquellos edicificio se podía apreciar el esplendor del realismo socialista,una ciudad dedicada a la extracción de carbón donde el gran proletario-obrero recibía todas las granjerías del sistema.Había vestigios de fachadas con motivos socialistas(Lenin y obreros desafiantes),el ocre se veía por todos lados.Aquello era un museo ,ya caído en desgracia.El carbón era asunto del pasado y la gente comenzaba a emigrar en masa.Ostrava a pesar de todo ,hoy en día a logrado defender su honor ,aporvechando la infraestructura heredada.Producción industrial y estética pueden trasnformarse en un tesoro insospechado.La clave es caminar por sus calles con ojo observador.




EWALD MEYER MONSALVE

domingo, 13 de julio de 2008

Vítame Vas, Bienvenidos


Esta página pretende establecer un espacio para a todos aquellos interesados en la realidad,historia y cultura de la República Checa.Asimismo ,la página esta abierta a checos que dominen la lengua española y que deseen aportar al círculo opiniones y datos que ayuden a viajeros de ambas naciones.


Cordialmente invitados,


Ewald Meyer Monsalve

Presidente

Círculo Chileno-Checo "Franz Kafka".

Viña del Mar

Chile.